Manuela Benítez comparte su angustia por la desaparición de su esposo, el señor Rafael, junto con dos compañeros, Luis Felipe y Abel Espinosa, el pasado 8 de septiembre. Desaparecieron mientras transitaban en un camión rojo cargado de parota de Tecoanapa a Zumpango.
La última comunicación que tuvo con su esposo fue esa mañana, cuando él les informó que estaban saliendo de Tehuitzingo hacia Chilpancingo.
“Nos dijo que pronto estaría de regreso, pero después del mediodía perdimos todo contacto con ellos. El sábado esperábamos noticias, pero el lunes ya estábamos presentando la denuncia. Desde entonces, no hemos sabido nada; todo está en la oscuridad”, comparte Manuela.
Rafael, de 54 años, había sido conductor durante más de dos décadas, transportando madera fuera del municipio. Su camión, adquirido tras años de esfuerzo, era su medio de subsistencia para mantener a su familia de seis miembros.
Desde su desaparición, Manuela y sus cuatro hijos han vivido en un estado constante de preocupación y ansiedad. Rafael, diabético, dependía de su medicación, lo que aumenta la urgencia de encontrarlo.
“Estamos atrapados en una pesadilla que nunca esperamos vivir. Si alguien sabe algo, les suplico que se comuniquen con el 911. Necesitamos recuperar a nuestros seres queridos”, ruega Manuela, desesperada por respuestas.
Rafael no tenía vicios, era un hombre amistoso y tranquilo, conocido y respetado por muchos. Su repentina ausencia ha dejado un vacío imposible de llenar, tanto emocional como económicamente.
“Él era el pilar de nuestra familia. Ahora, la ausencia de Rafael complica la vida diaria y la educación de nuestros hijos, que todavía están estudiando”, lamenta Manuela.
Con 33 años de matrimonio, Manuela extraña a su esposo y anhela, al menos, encontrar su cuerpo para obtener algo de cierre. “Solo queremos saber dónde está. No necesitamos entender por qué desapareció”, concluye, con la esperanza de encontrar respuestas pronto.
