A un año de la muerte del líder opositor ruso Alexei Navalni, organizaciones de derechos humanos y la comunidad internacional siguen exigiendo respuestas al gobierno de Vladimir Putin. Amnistía Internacional (AI) reiteró su llamado a una investigación independiente y responsabilizó al Kremlin por la falta de transparencia en torno al fallecimiento del activista.
Amnistía Internacional exige rendición de cuentas
La secretaria general de AI, Agnès Callamard, advirtió que las preguntas sobre la muerte de Navalni no desaparecerán y urgió a que se lleve a cabo una investigación internacional “sin concesiones”.
“El Kremlin se equivoca si cree que la memoria de Alexei se desvanecerá y que podrá evadir la rendición de cuentas”, señaló Callamard en un comunicado.
Navalni, reconocido por su activismo anticorrupción y su liderazgo en las protestas contra Putin desde 2011, falleció en febrero de 2024 mientras cumplía una condena en una prisión ártica. Su muerte generó indignación a nivel global, especialmente porque ocurrió tras haber sobrevivido a un intento de envenenamiento en 2020.
Condena internacional por represión a colaboradores de Navalni
AI también denunció la persecución judicial contra los abogados y colaboradores del opositor. En enero de 2025, los abogados Vadím Kóbzev, Alexéi Lipster e Ígor Sergunin fueron sentenciados a penas de entre 3 y 5 años de prisión por presuntos cargos de “extremismo”.
Asimismo, periodistas y activistas que trabajaron en proyectos de Navalni enfrentan procesos penales por su relación con el Fondo de Lucha contra la Corrupción (FBK), una organización declarada extremista por el gobierno ruso.
“El régimen de Putin busca silenciar a quienes persiguen la verdad, la justicia y la libertad. La comunidad internacional debe intensificar la presión para frenar la represión”, concluyó Callamard.
La lucha de Navalni sigue viva
A pesar de la censura y la represión en Rusia, el legado de Alexei Navalni continúa inspirando a miles de personas que se oponen al autoritarismo. La demanda por justicia en su caso sigue vigente, y su figura sigue siendo un símbolo de resistencia contra el Kremlin.
