Bayreuth, Alemania – julio de 2025. La relación entre Adolf Hitler y el compositor alemán Richard Wagner es uno de los capítulos más oscuros y complejos de la historia cultural del siglo XX. Mucho antes de alcanzar el poder en 1933, Hitler ya consideraba a Wagner su compositor favorito, un “espíritu afín” cuya música –y visión artística– lo conmovía profundamente. Entre las obras más representativas de esa afinidad ideológica y estética, destaca Los maestros cantores de Núremberg, una ópera que el régimen nazi adoptó como símbolo de la identidad y superioridad cultural alemana.
Hoy, sin embargo, esta obra vuelve a ser objeto de debate y reinterpretación, en el marco del Festival de Bayreuth 2025, donde el director Mattias Davids propone una lectura cómica y humanista de la misma, alejada de su herencia propagandística.
Wagner y Hitler: arte, poder y afinidad ideológica
Richard Wagner (1813–1883) no conoció a Hitler en vida, pero su influencia sobre el líder nazi fue profunda. Para Hitler, Wagner no era solo un compositor de óperas épicas: era un visionario que proponía una obra de arte total (Gesamtkunstwerk), en la que música, poesía, escenografía y arquitectura se integraban con un sentido nacionalista y heroico.
El joven Hitler, frustrado aspirante a pintor, encontró en Wagner un modelo estético de grandeza alemana. Más tarde, como Führer, llevó esa admiración al extremo: eligió personalmente a los intérpretes de las óperas wagnerianas presentadas en los mitines del Partido Nacionalsocialista en Núremberg, y utilizó su estructura dramática como inspiración para los espectáculos de masas del Tercer Reich.
Según el historiador del arte Wolfgang Brauneis, “Hitler valoraba el arte al punto de supervisar personalmente los detalles estéticos, incluso en plena guerra”. Esa obsesión quedó plasmada en el modo en que el nazismo incorporó el legado de Wagner a su maquinaria de propaganda.
Una ópera cargada de simbolismo
Los maestros cantores de Núremberg relata la historia de varios artesanos alemanes que compiten en un concurso de canto para ganar el amor de una mujer. En el centro de la trama está Hans Sachs, un zapatero sabio y tolerante que representa la tradición alemana, frente al caricaturesco Beckmesser, el riguroso secretario del consejo de maestros.
En tiempos del nazismo, esta ópera fue elevada como una alegoría del “espíritu alemán”, con tintes de exclusión cultural. Se presentaba como una celebración de la tradición pura frente a lo extranjero o lo “decadente”, lectura que reforzaba la ideología nacionalista del régimen.
Aunque Wagner nunca hizo comentarios explícitos sobre personajes judíos en esta ópera, el compositor fue un antisemita confeso. En su panfleto El judaísmo en la música, denigraba abiertamente a compositores judíos, a quienes acusaba de no tener creatividad propia.
Bayreuth 2025: una nueva mirada cómica y crítica
A más de ocho décadas de la caída del nazismo, la obra de Wagner sigue provocando tensiones. ¿Debe abordarse como una joya cultural alemana, como un símbolo de propaganda, o como una obra de arte abierta a múltiples interpretaciones?
Este año, el director Mattias Davids apuesta por destacar los elementos cómicos y satíricos del libreto, buscando desarmar el aparato simbólico que los nazis construyeron en torno a la obra. “Cada vez descubro más elementos de humor en el texto, que quizás sean también sorprendentes”, dijo Davids durante una rueda de prensa previa al estreno.
En el programa oficial del festival, Davids plantea una pregunta crucial: “¿El ‘honor del maestro alemán’ debe entenderse solo como una condena a lo que no sea genuinamente alemán? ¿O podríamos todos convertirnos en maestros si aprendiéramos a tratarnos con más cariño?”
La nueva producción busca así despolitizar la obra sin ignorar su historia, aportando una lectura más inclusiva y crítica, especialmente necesaria en tiempos donde los discursos de odio vuelven a ganar espacio en Europa.
Un legado cultural que no deja de interpelar
El estreno de Los maestros cantores de Núremberg en el Festival de Bayreuth 2025 tendrá lugar el 25 de julio, y se espera que su nueva interpretación genere discusiones en torno a la memoria, el arte y su rol en la construcción (o destrucción) de identidades colectivas.
Aunque es imposible desligar a Wagner del uso que hizo Hitler de su obra, hoy se plantea una pregunta más urgente: ¿puede el arte redimirse reinterpretando su pasado, o está condenado a cargar con sus sombras?
Escrita por Juan Antonio Román Morales.